sábado, 24 de abril de 2010

Los peces... ¿Toman agua?

Leer para saber

Toda criatura viviente privada de agua en absoluto muere, pues se le paralizan sus fuerzas en tanto no pueda beber nuevamente. Todos los seres vivientes necesitan beber de una manera o de otra. Sabemos también que el agua ingerida se elimina pronto y que es preciso inferir nueva cantidad de ella; el hombre puede vivir sin tomar alimento durante cuarenta días, pero sólo resiste diez sin tomar agua.



Los peces beben, y claro es que, como viven en agua salada, no tienen otro remedio que beber de la misma. Pero no debemos suponer que los peces están bebiendo, cuando, al contemplarlos en un acuario, los vemos mover la boca como si tragasen agua. Los peces necesitan no sólo beber, sino respirar también; y como viven dentro del agua, tienen que respirar el oxígeno que contiene en disolución el agua en que ellos habitan.

Cuando los vemos ejecutar el movimiento indicado, lo que hacen es respirar, dejando pasar el agua a través de sus agallas, que substituyen en ellos a los pulmones. Esta agua no hace más que ceder a la sangre de los peces el oxígeno que contiene; pero no pasa a sus estómagos. Cuando los peces beben, tragan el agua por la boca, lo mismo que nosotros



Ahhh... ¿Y qué pasa si a un pez de agua salada lo ponemos en agua dulce?

Los peces pertenecientes a especies puramente marinas no pueden, por lo regular, vivir en el agua dulce de los ríos o de los lagos. Esto, desde luego, se explica respecto de los que habitan en las grandes profundidades del mar, porque están conformados para resistir presiones considerables, fuera de las cuales morirían. Es, pues, natural que no subsistan en los bajíos próximos a las costas, y mucho menos en las aguas de los ríos, cuya profundidad es menor todavía. Los peces del mar tropiezan, además, con otro obstáculo: necesitan, indispensablemente, la intensa salinidad de los mares, a que están acostumbrados, y por eso no pueden traspasar los límites de su ambiente natural. Asimismo es factor importante la temperatura del agua. Los peces de océano, habituados al agua caliente de las capas superiores, perecerían si los trasladasen repentinamente a las aguas frías. En lo tocante a este particular, los que moran en aguas profundas tienen la ventaja de que, si bien les es imposible subir a la superficie, en cambio pueden recorrer largas distancias, con tal que la profundidad sea bastante; porque a ciertas profundidades nunca varía la temperatura, de manera que los peces de las grandes profundidades pueden trasladarse del ecuador a las regiones polares sin molestia alguna.

Pero, no hay regla sin excepción; y, al decir que a los peces de mar no les conviene el agua dulce, hay que hacer algunas salvedades. Ciertas especies de tiburones, a favor de la marea, se remontan por algunos ríos. Se los encuentra en el lago de Nicaragua y en el lago Viti Levu de las islas Fidji, donde viven en el agua dulce. Hallamos, por otra parte, una especie de pez sierra en un lago de las islas Filipinas; y constituyen excepciones más notables todavía los peces que, como el salmón, han nacido en el agua de los ríos y luego van al mar a efectuar su desarrollo; y otros, como las anguilas, que nacen en el mar y remontan los ríos en busca de alimento. Por otra parte, hay peces tan delicados que, si con el mayor cuidado los sacamos de los ríos en que nacieron, y los trasladamos a otros de la misma clase de agua, se mueren.

En cambio, no faltan algunos, como el llamado espinoso, que pueden sacarse del mar, para soltarlos después en un río, donde se encontrarán perfectamente. Tenemos, además, el lepidosiren que, transportado de América del Sur a Europa en una masa de barro, revivió en un depósito de agua, en un criadero especial; mientras la carpa se conserva viva dentro de un trozo de hielo, y, transportada en esta forma desde una parte del mundo a otra, recobra todos sus bríos en cuanto el hielo se derrite.

El rey de los peces de agua dulce es el salmón, y algunos lo consideran como el rey de todos los peces. Es, sin duda, uno de los más hermosos y de carne más exquisita. Su vida ofrece curiosas particularidades; muchos sabios se han deleitado en estudiarla, si bien por largo tiempo fue para ellos un enigma. Estaban acostumbrados a ver grandes salmones remontándose por los ríos, y luego los veían volver río abajo, y como nunca advirtieran que llevaran crías con ellos, no podían figurarse que esos peces nacieran en los ríos.

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